jueves, 22 de julio de 2010

Desde El Parque Trillo y en los altos de una gomera. TEMS se alza.

Para los que amamos el teatro, la nueva propuesta de Ernesto García en la pequeña sala de TEMS, no puede menos que asombrarnos. Algunas ideas son difíciles de digerir. Por aquello de que la realidad no es blanca ni negra si no que adquiere todos los tonos de grises, que al común de los mortales le suele resultar más dificil de aceptar que la alternativa lapidaria y en ocasiones numantina. Si no estás conmigo, estás contra mí, justos y pecadores, patria o muerte, el cielo y el infierno, el odio y el amor, y cualquier otro extremo de simple colocación en el imaginario común.
Antes de asistir a la representación escuché comentarios respetables que, alarmados, encontraban la propuesta demasiado “relativista”, poco comprometida, (con qué o con quién); “pero si hasta quiere hacernos creer que el torturador es bueno!”
Mi lectura, (y qué bueno que hay muchas lecturas!), sin embargo, fue diferente. Con un excelente uso del llamado “multimedia”, con un profundo dominio de la composición escénica, el autor/director retoma el tenebroso y antiguo oficio de la tortura para invitarnos a repensar los múltiples ángulos desde los que podemos abordar la realidad. Un torturador de profesión recurre a discernimientos de dudosa moralidad, pero aún así, plausibles, para justificar o proveer de cierta racionalidad su oficio. Por otra parte, los “revolucionarios”, que quieren cambiar el mundo y con ello la injusticia social, acuden a las acciones terroristas, donde mueren inocentes. El torturador entiende su oficio digno y evita atascarse en la disonancia cognoscitiva que agrede a todos por igual. Entonces se salva, a sus ojos. Los “revolucionarios”, que históricamente han apelado a la política de fines, (whatever works), no importa por qué medios, buscan una sociedad mejor. No importa si vascos, irlandenses, montoneros o extremistas musulmanes; no importa contra qué poder, no importa contra qué abuso. Los múltiples Rashomons verán diferentes verdades, que quizás se compensen. Y a nadie le asiste la única verdad.
Me atrevería a asegurar que Ernesto García pertenece a una generación que aprendió duramente a rechazar los extremos, las buenas intenciones, las verdades lapidarias. Y lo expresa de esta manera. A mi se me ocurre un discurso mas civilizado que otros