Tristezas infinitas…

Una de mis tantas queridas primas, Gladys Pandiello, me comenta que en Viñales, en “La Ermita”, el famoso ranchón de guano que cobijaba un bar y un restaurant, fue arrancado por Gustav y tirado en el medio del pueblo que queda a más de 6 kilómetros.
Las cosas de la vida, … la vida de las cosas. Mi mente de por si enajenada, voló al 2006, última vez que visité ese pueblo, un viaje exquisitamente fantástico . Una jornada con mucho amor. Al menos yo lo recuerdo asi.

Mi prima me cuenta además que el bello pueblo de Puerto Esperanza, lugar extremadamente querido para mi y que también visité en el 2006 en ese viaje mágico y predestinado, perdió sus dos muelles y su centro turístico, antológico, construido en la misma efervescencia revolucionaria en que se construyó Guama y “Los Jazmines” y Soroa. Ay mi tristeza es infinita… como me dijera mi querido amigo Estorino… “ tu querida tierra está herida… muy herida”. Pido a Dios que se obre un milagro, que suceda lo inesperado, lo que nos hace tener fe en lo que no sabemos, en lo que ni siquiera nos imaginamos.

Posteo este poema que escribí en 1993, dedicado a Viñales,- ese lugar esplendido y hoy tan lastimado -cuando ni siquiera me imaginaba que hoy, quince años después estaría como dijo Martí, dolida en la cólera de mi amor.

A Viñales


Bajo la mirada ausente de tu recuerdo
imagino un valle, con casas y ríos
la iglesia preside cual honor de caballero el paisaje.
El aire de burbujas, embriaga por su limpieza
de manantial no explotado,
al fondo los guardianes del celeste imperio
de las rocas, saladas y ya dulces por el paso
del tiempo, convidan a pensar en lo infinito
pero tu no estabas, ni estas, ni estarás
porque ante lo colosal, magnífica solución
para sentir lo inexplicable, sólo el amor
es respetado.

Ciudad de La Habana, 1993
Nota: Foto amaneciendo en Puerto Esperanza, fijense en el mar cual plato o espejo. Esto solo se puede ver bien temprano... nunca he visto nada igual... belleza que me nutre y de la que estoy hecha.